Por Mauricio Casas
Ayer tarde (por el sábado) presencié una buena carrera, una gran carrera, ¡una excelente carrera! Sí, fui testigo junto con otros compañeros y compañeras de mi club, Arroyo de la Miel, de cómo se debe correr un 2.000 en pista y de cómo se puede disfrutar de ver a dos de los nuestros batirse el cobre en el tartán. ¡Qué maravilla verte, Víctor!, y ¡qué pena por los que te chuparon el culo!, metafóricamente hablando, cuando a falta de 300 metros cambiaste el ritmo, cargaste un cartucho, metiste gas y la séptima marcha y sólo te pudo seguir uno de ellos, el cual no daba crédito a lo que le sucedía. Él, que está tan acostumbrado a ganar, sólo te veía la matrícula y cada vez te la veía menos, porque tú te escapabas más y a ellos sus ojos les echaban chiribitas. Debieron de sentir la vista nublada y el entendimiento también, porque, al poco de llegar, dos de ellos, con los "güevos negros", comenzaron a llorarle al juez, denunciando que habías pisado fuera de la calle uno, sin que nadie más que ellos lo viera. ¡Qué pena!, ¡qué triste!, ¡qué forma de querer ganarte fuera de la pista lo que perdieron dentro de ella!. En fin, que disfruté mucho de tu carrera y de tu saber estar y, por lo que más quieras, dame la satisfacción de poder compartir contigo una nueva victoria sobre el Trío Calaveras. La semana que viene estaremos en Marbella y la siguiente en Cártama. Nos quedan dos ocasiones y desde estas líneas quiero pedir a nuestros compañeros del club que en Cártama estemos todos los que podamos, compitiendo contra estos perdedores llorones, que no saben ganar de otra forma lo que pierden en la pista. No quiero dejar de acordarme de Andrés, el cual realizó una carrera muy digna y en la cual consiguió mejorar su marca. Pero esa fue otra carrera. Gracias a ambos.
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