martes, 18 de marzo de 2014

La carrera de Manuel Marín: XV Medio Maratón Espiel-Bélmez


   XV Medio Maratón Espiel-Bélmez,  “la Rompepiernas”, como a ellos les gusta nombrarla. Éramos 500 corredores. Yo debutaba en esta plaza, utilizando un símil taurino. Un recorrido de belleza extraordinaria,  veintiún kilómetros  por la antigua carretera nacional de Badajoz, en plena sierra cordobesa, entre dehesas y encinares, con un verde intenso, puesto que el mes de febrero ha sido muy lluvioso en esta zona y el campo está espectacular y los arroyos cristalinos, aunque no sea el paisaje el motivo principal de esta crónica.
   Hice noche en mi pueblo y salimos hacia Bélmez a las 06:45, llegando al pueblo a las 07:55. Digo salimos pues me han vuelto a acompañar mi hermano y dos sobrinos. Llegamos a donde nos esperaban los autobuses que nos trasladarían hacia Espiel. En el autobús,  ambiente fenomenal y buenas conversaciones con otros corredores, comentando lo que nos esperaba. Algunos la habían corrido en años anteriores y el comentario más escuchado era la dureza, mucha dureza. En esas llegamos a Espiel y me dirigí a recoger mi correspondiente dorsal, al tiempo que hablaba con dos amigos de mi pueblo, que a la postre serían 3º y 4º en la general. Llegó el momento de entregar mi bolsa de deporte y empezar a calentar un poquito esas piernas que no sabían todavía la auténtica paliza que se iban a llevar. Veinticinco minutos de calentamiento, la temperatura un poco fresca a esa hora, aunque después subiera hasta producir un calor impresionante. Me puse bajo el arco de salida y no pasó mucho tiempo hasta el disparo inicial. Los primeros doscientos metros son por Espiel, pero pronto sales a la carretera, a cuyos lados la vegetación es exuberante  y,  aunque uno va concentrado en hacer una buena carrera, de vez en cuando la vista se te va a un lado y otro para admirar las espléndidas vistas. Los primeros kilómetros son auténticos rompepiernas, con bajadas y subidas que te rompen completamente el ritmo. Iba muy bien de piernas, haciendo la carrera que  más me convenía, de menos a más, con un ritmo muy cómodo, adelantando corredores sin cesar. Había oído hablar del famoso km. 10, pero no quería pensar en él, sólo en mi progresión constante,  hasta que llegó el momento decisivo. ¡Guau!, yo no quería ni mirar para arriba, la vista se perdía en la inmensidad, trazado a la derecha, viraje a la izquierda y seguimos subiendo. Había un grupo delante de mí de unos veinticino a treinta corredores y todo mi afán era unirme a él. Una vez coronado el km. 10, me rehice un poco en un falso llano. No logras en ningún momento recuperarte, pero el grupo grande se iba disgregando y yo iba rebasando uno tras otro a los runners que habían imprimido un fuerte ritmo y ahora empezaban a pagar las consecuencias en estos repechos tan salvajes. Del grupo sólo quedaban seis unidades y por más fuerte que yo tiraba, más fuerte iban ellos,  unos cien metros por delante. Los kilómetros seguían cayendo, pero los repechos salían como setas, no desaparecían. Pasamos el km. 18 y me decía para mis adentros: “nada, que no les voy a dar alcance”; cubrimos el diecinueve y ya sólo quedaban dos kilómetros interminables.¡Qué sufrimiento!, ya había comprendido por qué llaman los lugareños “la rompepiernas” a esta carrera. Llegué al km. 20, para variar con repecho. Me pasó un corredor del Peñarroya por mi derecha, entramos en Bélmez y empezamos a callejear. Al final de una larga recta se divisaba el arco de meta. El grupo de los seis de delante se disolvía y yo empezaba a preparar mi ataque. Primero cayó el que me había adelantado a falta de quinientos metros; la navaja  en su máximo esplendor. Después cayó otro; en esos momentos yo iba a galope tendido y todavía quedaba otro con el que tenia viejas cuentas pendientes, deportivas, claro está, que nadie me malinterprete, desde la media de Puente Genil y quería saldarlas con un auténtico arreón de los míos. Quedaban cuarenta o cincuenta metros y me decía "no lo cojo", pero lo rebasé en la misma línea de meta. La navaja relucía bella de sangre contraria. La semana pasada me tocó perder, pero hoy mis piernas volvían a responderme para ganar en esos duelos deportivos tan bonitos y que tanto gustan al público congregado. Entré en línea de meta con un tiempo de 1h 28' 20", en el puesto 34º de 500 corredores.
    Una vez rebasada la meta, saludos deportivos a los atletas y corriendo para la ducha. Me cambié y esperé a que salieran las clasificaciones. La espera se hizo un poquito larga y los nervios los tenía a flor de piel. Había muy buenos corredores. Sabía que había hecho una buena carrera, pero estaba expectante, hasta que por fin salió la general y la clasificación por categorias y vi mi nombre en segundo lugar en mi categoría. Exploté de alegría que rápidamente se transformó en lágrimas de emoción. No podía contenerme, vi a mi hermano, le dije que era segundo y cuando me vio con las lágrimas saltadas nos dimos un abrazo de los que hacen afición. ¡Cómo necesitaba un abrazo,  y de quién mejor que de tu sangre!. Esos momentos no se pueden describir con palabras, hay que vivirlos y después contarlos. Mis sobrinos también me dieron un emotivo abrazo, orgullosos de su tío, al igual que mi hermano. Era la primera vez en mi vida que quedaba segundo en mi categoría en un medio maratón y mi gozo era indescriptible. Llegó la hora de recoger mi trofeo. Aquí tengo que decir que si con la bolsa del corredor han estado de lujo, con los trofeos han estado rácanos y nos han dado a todos los ganadores un diploma acreditativo con el puesto conseguido. Bonito, pero lo que le gusta al corredor es el trofeo. Cuando sonó mi nombre y el de mi club, no pude evitar sentirme muy orgulloso de la gesta que había conseguido. Volvía a saborear las mieles del triunfo en el espacio tan corto de una semana. ¡Qué felicidad más grande!
    Por último, expresar mi más sincera enhorabuena a mis amigos de Los Agujetas de Villafranca por el tercer y cuarto puesto obtenido en la clasificación general, a los campeones  Claudio y Juanma.  Hoy he corrido con mi camiseta del Club Atletismo Arroyo de la Miel y la he llevado tan orgulloso como la anterior semana llevé la de Los Agujetas. Ya estoy pensando en la carrera del próximo domingo en Estepona,  que es de 10 kms. Bueno, familia, me despido de todos con una felicidad inmensa insistiendo en ¡qué grande es el mundo del deporte!  Un abrazo para todos.  

Clasificación completa



PD. (con cariño, del equipo editor de este blog, para nuestro buen amigo Manolo):

En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde,
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carretera de la muerte.

*

El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.

*

La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.

(Federico García Lorca, Romancero gitano)

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