Tras la magnífica
crónica que nos ha brindado nuestro amigo Mauricio, me gustaría relataros la
experiencia vivida, aparte de la carrera, por los corredores y el grupo
de apoyo, en los cuatro estupendos días que disfrutamos en San Sebastián.
Viernes 09/Nov. Reunión en el aeropuerto con una
buena parte del grupo, más ilusionados que un niño en Navidad. Tras una hora y
cuarto, en Bilbao; otra hora y cuarto más en autobús y… ¡magia! : ya estamos en Donostia. Nada más
llegar, nos apresuramos en soltar las cosas en la casa reservada gracias a
Manolo Marín, que era de la madre de su buen amigo Iñaki. Rápidamente, nos
dispusimos a comprobar la buena fama de los pintxos y el txakoli en el
Sport, el Guextauri, el Gambara. ¡Qué maravilla¡, todos a tope y con una variedad que no sabes a qué acudir. Os aseguro que es cierto, los pintxos están de
muerte y cuando quisimos acordar nos habíamos puesto “finos” de cervezas y txakoli. Fuera seguía lloviendo, pero no le hacíamos mucho caso. A las dos de la
mañana ya estábamos acostados.
Sábado 10/Nov. Desayuno cerca de la casa, echando
un vistazo al estupendo mercado que teníamos a 100 metros. ¡Qué verduras, pescados
y mariscos!, ¡lástima que no podíamos cocinar!, je,je....
Llegan los
de la otra casa (Herminia, Paola, Blas y Mauricio) y con ellos Aitziber, la hija
de Román, a la que algunos compañeros ya conocían; yo no tenía el gusto, pero he comprobado que es
encantadora y muy guapa. Nos
marchamos hacia Anoeta a recoger el dorsal. Una Feria del Corredor muy completa
y bien organizada; allí compramos algunas cosillas y además los “fotógrafos y
periodistas” nos sacamos los “pases de prensa”.
Se nos hizo un poco tarde y
nos dieron de comer de milagro, porque los restaurantes que nos recomendaron estaban a tope y estaban cerrando la cocina. Pero encontramos el “Noentra” y comimos bien,
barato y con muchas risas. Tras la comida, un paseo con visita a la catedral
incluida y un receso para coger fuerza. Por la noche, ya con las baterías cargadas, nos fuimos a la “cena de la
pasta”, pero nos la organizamos nosotros, pasta fresca y todo muy rico: La Raviolina una pizzería en el casco viejo, muy, pero que muy recomendable, por su
carta y su amabilidad.
Después de la cena, los
atletas (la mayoría) a la cama y los demás nos fuimos a ver el Málaga que
casualmente jugaba con la Real. ¡Qué fatiga!, llegamos unos minutos tarde al bar
y ya iban 0-1; eso sí, el gol del empate lo gritamos de lo lindo y, claro, la gente
se quedó pillada, porque no se podían imaginar que allí había seis malagueños infiltrados.
Para cuando marcó la Real ya éramos todos amigos y nos lo estábamos pasando de
maravilla; los felicitamos, ya que por lo visto les hacía faltan los tres
puntos más que a nosotros. Esta vez nos hemos portado mejor, sólo son las 12:30, pero ¡vámonos!, que mañana es la carrera...
Domingo
11/Nov. Por la mañana, muchos nervios, los corredores ya habían
salido para el tren; nosotros (Herminia, Mª Carmen y un servidor) desayunamos en
condiciones, para coger fuerzas para la tarea que nos quedaba. Cachondeo no nos
faltó, porque con los pases y un micrófono que compramos en los chinos,
iniciamos la tarea periodística.
Nos dirigimos hacia el km. 19, que estaba pasado el Kursal y allí tendríamos una buena visión. Al principio
hasta el sol nos acompañó, pero poco tardó en llegar la lluvia, aunque nosotros
a lo nuestro. Se nos unía entonces José Antonio y Pepi , con sus pases también, ¿cómo no?. Impresionante las handbikes y sillas de ruedas. Las primeras corrían de lo lindo y, dado su bajo centro de
gravedad, tomaban la curva, con el agua que había, que daba susto. El primero
fue Joel Jeannot (francés), que registró 37:33 min., ¡una pasada!: 32 km/h de media.
Luego llegaban los rollers; el primero ,Vidondo Fernández (Vitoria), lo hizo en
39:43, a 30Km/hora, que tampoco está mal. La lluvia apretaba y el
viento racheado también. Sabíamos que los nuestros se estaban batiendo el
cobre con el terreno y las inclemencias del tiempo. Todavía quedaba un buen
rato para que llegaran y nosotros, en lugares privilegiados, como nos
autorizaban los pases, haciendo fotos a todo lo que se movía. No había pasado
todavía una hora de la salida de los corredores (10:30h) cuando apareció el
ganador de la prueba: Jaume Leiva (Barcelona) con 1:01:33, pero que tiene como
mejor marca personal en medio maratón 1:03:35, un "bicho". Al poco tiempo, nuestro
compañero Ángel Farfán 1:14:35. Tras él, a poca distancia, la primera chica, Oihana Kortazar ( Mutriku) con 1:14:45. Pendientes a las camisetas amarillas,
en breve apareció Manolo Marín, ¡qué buen tiempo y qué bien se le veía!, que terminó
con 1:19:58, cinco minutos menos respecto a su participación del año pasado, ¡eso sí que es mejorar!. Dos minutillos más tarde llegaba Blas, ¡muy bien!, ¡qué manta de agua caía!.
Estábamos calados hasta tal punto que antes de lo previsto
decidimos volver a la meta para tratar de buscar refugio. Pero todo lo
contrario: allí más agua, frío y viento, de modo que decidimos refugiarnos en un
bar, tras cambiarnos algo de ropa en la casa, puesto que todo estaba muy cerca. Al rato
comenzaban a aparecer por el bar los corredores, primero Ángel y Manolo, que se
habían duchado; luego llegaba Blas, con la pinta que podéis ver.
¡Qué bueno!, el poncho
abrigaba y era lo mejor para combatir el frío, la lluvia y el viento. Llegaban Mario, Paola y Aitziber, los tres más contentos que unas castañuelas. Había
merecido la pena todo el sacrificio. La carrera impresionante por el apoyo de la
gente durante todo el trayecto y además habían mejorado sus expectativas de
tiempo con creces. Ya todos juntos nos fuimos
hacia el casco viejo. Teníamos reserva en un restaurante frente a la Raviolina,
pero como era temprano nos comimos unos pintxos en la plaza de La
Constitución, ¡qué rico el de foie!; José Antonio lo consideró como el mejor de
todos los probados.
El almuerzo: estupendo menú
de 18 euros, pero por 4 euros más nos ponían solomillo de ternera al foie, de modo que ¿quién
se iba a negar?. Bien comidos y bebidos, nos echamos a las calles de esta ciudad
tan bonita y acogedora, guiados por Aitziber, que se mostró como la mejor
anfitriona. Por la tarde se despedía, porque la carrera “pesa” y ella sí tenía
que trabajar al día siguiente. “Aitziber beti, dena eskerrik asko” (Hasta
siempre Aitziber, gracias por todo). Donostia se patea fácilmente
y terminamos ya de noche en el muelle nuevo, viendo las olas romper en el
malecón. De ahí al Pub Txurrut, donde habíamos visto al Málaga y allí nos
tomamos unas cervecitas y algún que otro “invento”(Amaretto con naranja) para
hacer boca; y dio resultado, porque al poco rato ya estábamos en el Sport comiendo pintxos,
pero ya éramos menos, ¿los más golfos?: Manolo, Ángel, Mª Carmen y yo, pero
siempre acompañados de nuestros amigos de Donosti, que no nos dejaban
marcharnos.
Lunes 12/Nov.
¡Bien! Se
acabó la lluvia, amaneció una mañana preciosa, aunque nosotros no la vimos
hasta pasadas las diez, claro está. Tras el desayuno nos fuimos a ver las olas,
esta vez de día, para hacer fotos . Llegamos hasta el puerto pesquero, en una de
las puntas de la bahía de La Concha, precioso y con el solecito…¡uhmm.! Allí nos
juntamos con Ángel y Manolo, que venían con un amigo de este (bombero), Joseba,
vasco de pro y a punto de jubilarse, buena gente. Nos hizo de guía, llevándonos
a la otra punta de la bahía, al final de la Playa de Ondarreta para ver El
Peine del Viento, de Chillida. Está compuesto por tres esculturas de acero, de
10 toneladas de peso cada una, incrustadas en unas rocas que dan al mar
Cantábrico, cuyas olas las azotan. Realmente chulas y dignas de disfrutar en
ese fantástico entorno. En los alrededores hay unas salidas de
aire y agua que se abastecen de las olas que rompen contra las rocas y las
esculturas; éstas originan más de una escena cachonda; si no, que se lo digan a
Paola, ¡je,,je,,je!. Volvimos ya al casco viejo, para despedirnos de los
pintxos y el txakoli. Pero antes teníamos una tarea importante: comprar
morcilla de cebolla de la charcutería de Iñaki, que la habíamos probado el día
anterior y se nos cayeron dos lagrimones de felicidad. Ya aprovechamos y
compramos carne de membrillo, quesos, etc.
Iñaki no se pudo resistir y nos regaló dos botellas de sidra del
terreno. Con unos vasos comprados en los chinos, nos dispusimos a ir por las
calles del casco viejo haciendo botellón, con la ayuda de Joseba, que nos la
escanciaba, ¡qué golfos!.
Ronda de pintxos y con la “cosilla” de que esto se
acababa Para compensarlo, Iñaki nos invitó a visitar su Sociedad Gastronómica,
para tomarnos allí el café. Nos quedamos boquiabiertos con el despliegue de
medios, con las facilidades y ventajas que les aporta el ser socios y pensando
–no me preguntes porqué - que esto solo puede funcionar aquí , en el País
Vasco. De allí, ya con el tiempo calculado, nos llevó Joseba
al autobús que nos llevaría a Bilbao y “los de la otra casa” directamente en su
coche de alquiler para el Aeropuerto. Llegamos cansados a casa, a más de las
01:00h , pero con la sensación de haber estado, por lo menos, una semana de
vacaciones.
En definitiva, es fácil hacer amigos en
Donostia; de hecho nos hemos traído unos pocos, todos ellos de “la cuadrilla”(1)
de Iñaki. Hospitalarios como ellos solos. Como muestra, ya tenemos casa para el
año que viene y ofrecida de todo corazón. Algunos ya la conocíamos,
teníamos muy buenos recuerdos de otros viajes, pero este nos ha dado una
dimensión que nos hace estar mucho más enamorados, si cabe, de la “ciudad más bonita de España”. La
culpa: de los estupendos compañeros del Club y de nuestros ya amigos donostiarras.
¡Nos vemos el año que viene,
en la 49ª Behovia-San Sebastián!.
(1) La
cuadrilla en el Pais Vasco es un grupo de gente que desde pequeños se une y
sigue junta hasta la vejez. Os
recomiendo leer esta definición