Una carrera mágica
Por Mauricio Casas
Son las 8.30 de la mañana cuando
cogemos el tren en la parada de Gross, en San Sebastián, para dirigirnos hasta
Irún, donde está la salida de nuestra carrera, en el barrio de Behobia. Desde el comienzo de la mañana
todo empieza a ser diferente, pues al llegar a la estación tres gitanos nos reciben a compás de palmas, como si estuviera premeditadamente preparado. La estación llena a reventar, las preguntas de todos en el aire: ¿qué hacen estos aquí?, ¿estará preparado por la
organización?. Es que esto, la organización, no se puede hacer mejor; ¡qué clase de facilidades para todo!, ¡qué maravilla de feria del corredor!, ¡cuánta
información disponible!, ¡qué bolsa del corredor, antes y después de la
carrera!. Excelente todo. Seguimos adelante, el trayecto corto, pero
aprovechamos para hablar con algún participante con más de veinte carreras en el cuerpo; tomamos buena nota de estrategias y consejos. Llegamos a Irún, de ahí a
los autobuses que nos llevan hasta la salida y en pocos minutos estamos en las
inmediaciones de la salida.
Llueve, llueve, y mucho, y hace un frío que, junto con la lluvia que te cala, te deja el cuerpo con ganas de darte la vuelta, pero no lo haces. Ves a la gente, a mucha gente, a muchísima gente, más de 20.000 participantes que, como tú, están allí aprovechando cualquier rincón de un portal, de un balcón, de una marquesina, de lo que sea, para prepararse, cambiarse de ropa y entregar su mochila en los camiones que han de traerlas de nuevo hasta San Sebastián. Y tú dices “al carajo”, “me mojo como todos”, y te pones a calentar. El tiempo va pasando y comienzan las primeras llamadas: primero los de silla de ruedas, luego los rollers y finalmente los corredores, así hasta completar un total de 27.000 inscritos, que van tomando la salida cada cuatro minutos aproximadamente, en grupos de 2000 ó 3000 corredores. Te emocionas, ya te toca; la música estridente, marchosa, lo envuelve todo y hace que saltes en tu lugar de salida; la gente se saluda, se da ánimo aunque no se conoce, te pregunta tu ritmo y te da la mano: son los nervios, que se contagian, y sales.
Sales y corres. Primero te dejas llevar por la cabeza del pelotón, pero pronto recuerdas que es a tu cabeza a la que debes seguir, y sigues corriendo, y sigue lloviendo y sigue haciendo frío, pero te resguardas en un plástico que compraste en los chinos y que aún no has tirado, como han hecho miles de personas en la salida (de hecho, la salida es un baratillo de ropas y plásticos tirados en los márgenes del camino, que no deja ver el arcén de la carretera durante unos metros). Primeros kilómetros y pasas por Irún: lleno total en los márgenes de la calzada , en la propia ciudad, incluso en los balcones. La gente te anima, grita tu nombre: “aúpa Mauricio”, “aúpa nesca”, “aurrera”. No lo entiendes del todo, pero da igual, son palabras de ánimo y aliento que no te van a dejar hasta que pases la meta. La meta… ¡qué lejos aún!. Pasas las cuestas de Ventas y sigues el camino para aproximarte al alto de Gaintxurizketa, el temido alto al que todo el mundo alude. Llegas y subes llevado en volandas por la gente que te acompaña y por el público que te anima desde el arcén o incluso desde los coches que pasan al otro lado del vial, pues ¡estás subiendo por una autovía!, han cortado todo un carril de la autovía para que tú y miles de personas corráis juntos, ¡qué pasada!. Bajas por los toboganes de Lezo, un auténtico rompepiernas, para llegar bajando al puerto de Pasajes, un tramo de 2,5 kms. aburridos y rectos, pero que gracias de nuevo al público y a la organización se hacen más llevaderos; música de nuevo, animación en los márgenes de la calzada y sí, sigue lloviendo, y ahora mucho, pero ya estás empapado, el plástico de los chinos se quedó en la cima del alto de Gaintxurizketa, las zapatillas están empapadas y pesan, pero es que no te das ni cuenta, porque sigues emocionado. Ya falta nada, pero queda lo peor para muchos: la subida al alto de Mirakruz. San Sebastián te recibe al son de una tamborrada infantil, tocando su himno. Justo donde acaba el puerto de Pasajes comienza el alto de Mirakruz; corta, pero dura subida, repleta de gente. Aquí es donde se gana tiempo si has llegado bien. Coronas junto al restaurante Arzak, donde te dan ganas de quedarte, y luego una larga bajada hacia la Avenida de Navarra. Últimos kilómetros y lo das todo, miras el reloj, no te lo crees y aprietas, estás llegando y vas a pulverizar tus mejores expectativas. Ya ves el Kursal y su puente, casi llegas, esprintas, quieres llegar, darlo todo por tanta gente que te ha ayudado a entrenar, por tus compañeros del club, que te ayudan a seguir y mejorar, por tu familia y por el pueblo de Donosti, que te ha acompañado desde el km. 0, que te ha gritado, te ha animado y ha conseguido que lo hagas en 1´33´17´´, récord personal en una distancia como esta. Gracias a todos.
Llueve, llueve, y mucho, y hace un frío que, junto con la lluvia que te cala, te deja el cuerpo con ganas de darte la vuelta, pero no lo haces. Ves a la gente, a mucha gente, a muchísima gente, más de 20.000 participantes que, como tú, están allí aprovechando cualquier rincón de un portal, de un balcón, de una marquesina, de lo que sea, para prepararse, cambiarse de ropa y entregar su mochila en los camiones que han de traerlas de nuevo hasta San Sebastián. Y tú dices “al carajo”, “me mojo como todos”, y te pones a calentar. El tiempo va pasando y comienzan las primeras llamadas: primero los de silla de ruedas, luego los rollers y finalmente los corredores, así hasta completar un total de 27.000 inscritos, que van tomando la salida cada cuatro minutos aproximadamente, en grupos de 2000 ó 3000 corredores. Te emocionas, ya te toca; la música estridente, marchosa, lo envuelve todo y hace que saltes en tu lugar de salida; la gente se saluda, se da ánimo aunque no se conoce, te pregunta tu ritmo y te da la mano: son los nervios, que se contagian, y sales.
Sales y corres. Primero te dejas llevar por la cabeza del pelotón, pero pronto recuerdas que es a tu cabeza a la que debes seguir, y sigues corriendo, y sigue lloviendo y sigue haciendo frío, pero te resguardas en un plástico que compraste en los chinos y que aún no has tirado, como han hecho miles de personas en la salida (de hecho, la salida es un baratillo de ropas y plásticos tirados en los márgenes del camino, que no deja ver el arcén de la carretera durante unos metros). Primeros kilómetros y pasas por Irún: lleno total en los márgenes de la calzada , en la propia ciudad, incluso en los balcones. La gente te anima, grita tu nombre: “aúpa Mauricio”, “aúpa nesca”, “aurrera”. No lo entiendes del todo, pero da igual, son palabras de ánimo y aliento que no te van a dejar hasta que pases la meta. La meta… ¡qué lejos aún!. Pasas las cuestas de Ventas y sigues el camino para aproximarte al alto de Gaintxurizketa, el temido alto al que todo el mundo alude. Llegas y subes llevado en volandas por la gente que te acompaña y por el público que te anima desde el arcén o incluso desde los coches que pasan al otro lado del vial, pues ¡estás subiendo por una autovía!, han cortado todo un carril de la autovía para que tú y miles de personas corráis juntos, ¡qué pasada!. Bajas por los toboganes de Lezo, un auténtico rompepiernas, para llegar bajando al puerto de Pasajes, un tramo de 2,5 kms. aburridos y rectos, pero que gracias de nuevo al público y a la organización se hacen más llevaderos; música de nuevo, animación en los márgenes de la calzada y sí, sigue lloviendo, y ahora mucho, pero ya estás empapado, el plástico de los chinos se quedó en la cima del alto de Gaintxurizketa, las zapatillas están empapadas y pesan, pero es que no te das ni cuenta, porque sigues emocionado. Ya falta nada, pero queda lo peor para muchos: la subida al alto de Mirakruz. San Sebastián te recibe al son de una tamborrada infantil, tocando su himno. Justo donde acaba el puerto de Pasajes comienza el alto de Mirakruz; corta, pero dura subida, repleta de gente. Aquí es donde se gana tiempo si has llegado bien. Coronas junto al restaurante Arzak, donde te dan ganas de quedarte, y luego una larga bajada hacia la Avenida de Navarra. Últimos kilómetros y lo das todo, miras el reloj, no te lo crees y aprietas, estás llegando y vas a pulverizar tus mejores expectativas. Ya ves el Kursal y su puente, casi llegas, esprintas, quieres llegar, darlo todo por tanta gente que te ha ayudado a entrenar, por tus compañeros del club, que te ayudan a seguir y mejorar, por tu familia y por el pueblo de Donosti, que te ha acompañado desde el km. 0, que te ha gritado, te ha animado y ha conseguido que lo hagas en 1´33´17´´, récord personal en una distancia como esta. Gracias a todos.
Sé que he personalizado la
carrera, pero pienso que mis sensaciones y comentarios deben ser parecidos a los que han sentido mis compañeros: Ángel, con un tiempo de 1´14´35´; Manolo Marín, con 1´19´58´´;
Blas, con 1´21´16´´; Mario Platero, con 1´28´19´´; Paola, con 1´50´17´´; y
Aitziber, la hija de nuestro querido Román, con 1´50´22´´.
Gracias y besos a todos.
Nota de los "redactores":
En mi nombre (Antonio Burgos), y en el de Salvador Alba, queremos agradecer a Mauricio el excelente relato de esta carrera tan especial y aprovechamos para invitar a todos a colaborar en este blog de la misma manera. Desgraciadamente, Salva y yo no podemos participar en todas las carreras. Por ello, nos encantaría publicar vuestras crónicas personales de aquellas a las que no podamos acudir. ¡Animaos, compañeros!.
Resultados de nuestros participantes:
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