Crónica
de José Carlos Rodrigo
Enfoco
el encargo de la crónica de la Behobia desde mi condición de único
novato de la expedición del Club compuesta, como es conocido, por
Blas, Mauri y yo mismo, acompañados por nuestras respectivas (Hermi,
Paola y Patricia), y guiados por el “guipuzcoano de adopción”,
Manolo Marín, todo un donostiarra de corazón.
La
experiencia empieza mucho antes de la propia carrera con los
preparativos del viaje, la inscripción, el dorsal, etc. En general,
mi sensación, luego confirmada, es que detrás de esta carrera hay
una gran organización. Este año, como sabéis, se celebraba, ni más
ni menos, que el 50 aniversario. ¡Ahí es nada! No creo que haya
muchos eventos que puedan presumir de tantas ediciones y con un éxito
creciente, como es el caso.
Vísperas
Luego
de un viaje sin contratiempos, una vez ya instalados en San
Sebastián, en casa de Miren, iniciamos la visita tradicional al
casco viejo a reponer fuerzas en templos del pintxo conocidos como el
Sport, el Gandarias o el rebautizado, “Chucrut”.
A
la mañana siguiente, sesión de rodaje en el incomparable marco de
la playa de La Concha, todo un lujo y, después, a por el dorsal y la
feria del corredor. Aunque inevitables las colas y esperas, la verdad
que la organización demuestra su gran experiencia acumulada a lo
largo de las 50 ediciones, y todo está muy organizado. La feria,
magnífica y muy volcada a los corredores y la carrera (por ejemplo,
allí mismo se adquiere el billete de tren para ir al día siguiente
a la salida, en Irún). Tras la comida, la tarde la completamos con
paseo y descanso hasta la hora de cenar. Los amigos de Manolo, y ya
nuestros amigos, nos obsequiaron con una típica cena de pasta previa
a cualquier carrera. Pero, como estamos en Guipúzcoa, no podía ser
en un italiano sino que tenía que ser en una sociedad gastronómica,
y con una delicia a base de calamar, gamba y almejas del país, que
enriquecían la salsa de nata con que se acompañaba la pasta fresca.
Una delicia.
El
día de la carrera
Se
empieza muy temprano, sobre las 6:30 h., con el desayuno de cada cual
y sus liturgias: el que desayuna como todos los días, el que
desayuna solo fruta, el que no desayuna, el que busca “nidos”...
Cada cual, con su afán. Pero, eso sí, a las 7:30 camino de la
estación y, de pasada, ya vemos los trabajos de instalación de la
meta, al lado de casa.
En
el tren, todo corredores y rollers. Gran ambiente y cada ‘grupeta’
con sus conversaciones y anécdotas y sus nervios: que si uso tal
gel, que si voy a salir a mejorar, que si a ver si no llueve, que
este año corro esto o aquello, que si he perdido la chispa y voy
lento,... Y del tren, al bus lanzadera, que nos aproxima a la zona de
salida. En procesión, todos caminamos en fila con ritmo ligero y
empezamos a escuchar la excelente megafonía de la organización. No
llueve y eso también anima y, poco a poco, te ves inmerso en un
enjambre de corredores ultimando sus preparativos para entregar la
mochila: hay que ponerse el chip, la vaselina, el dorsal, el poncho,
por si llueve, ¿cómo se pone el chip?, ¡qué frío!, coger el gel,
¿dónde hay un “cagarrutero”? …y, por último, la foto de
colegas con el dorsal y... la bolsa la camión y, después, ¡¡a
calentar!! Pero, ¿cómo se calienta en mitad de esta marea humana?
Pues en zig zag, como se pueda, y si hace falta, se cruza la frontera
y se va uno a Francia.
Como
los horarios de salida eran diferentes (en función de la marca
previa acreditada) nos despedimos, deseándonos suerte, y cada uno en
su lote, a esperar su turno de salida.
Con
puntualidad sajona, y una animación por megafonía digna de
admiración, se van dando las salidas consecutivamente y, creedme, es
aquí donde empieza el verdadero espectáculo.
Se
trata de una carrera en línea de 20 km y que ha congregado, en esta
edición, a más de 30.000 participantes. Pues bien, aunque tus
compañeros te cuentan cómo se vuelca el público con la carrera no
te haces una idea de lo que es, hasta que te ves corriendo, desde la
salida, en un pasillo de gente, a ambos lados y de varias filas, en
muchas ocasiones, que no paran de animar, saludarte por tu nombre y,
literalmente, impulsar a los corredores ¡durante todo el recorrido!
¡Es increíble! Nunca he visto nada parecido. Kilómetro a
kilómetro, se suceden los ¡Aupa!, ¡Vamos!, ¡Ondo!, … que te dan
alas y te lanzan hacia la meta. Y todo ello, respetando la carrera y
en un ambiente festivo y muy cordial (no recuerdo una sola queja,
mala cara o, simplemente, que se me cruzara alguien en el recorrido).
¡Y tienes que ir chocando las manos a los niños que jalean tu
nombre para llamar tu atención! De vez en cuando, una banda de
música o un DJ móvil (alguno con la bandera pirata)… No se
vosotros, pero yo no estoy acostumbrado a la gente así de volcada
con una carrera.
Y
cuando llegas a San Sebastián, aún más gente en la calle, durante
todo el recorrido y siguen los ánimos y llegas a la recta de meta,
en la avenida de Zurriola, abarrotada de gente, pasas por el Kursaal
y entras en el Boulevard, donde, por fin, está la meta. Ya está
hecho.
Resultados
Blas
Correal: 01:18:34 Pos. Cat: 20 (Vet. II)
Manolo
Marín: 01:20:12 Pos. Cat: 348 (Vet.)
Mauricio
Casas: 01:35:05 Pos. Cat: 2.743 (Vet.)
Jose
Carlos Rodrigo:01:28:21 Pos.Cat: 1.323 (Vet.)
La
Organización
Impresionante.
No recuerdo nada mejor, teniendo en cuenta las dimensiones del
evento. Todo a la perfección. La animación, de primera. El trato,
magnífico, los voluntarios y el personal, encantadores. La bolsa del
corredor, estupenda y, sobre todo, el avituallamiento durante la
carrera y posterior a la carrera, de gran categoría y, tan bien
organizado, que no se formaron las temibles e interminables colas.
Todo pensado y enfocado para los verdaderos protagonistas: los
participantes. Simplemente, de diez.
Animo
a los que quieran aprender, de verdad, cómo se organiza una carrera
y las repercusiones tan positivas que tiene para una ciudad este tipo
de eventos, a que se pasen por la Behobia y tomen buena nota. Creo
que es un ejemplo de buena práctica difícil de superar.
Poscarrera
Como
podéis imaginar, y dados los buenos resultados y la mejor compañía,
aprovechamos para darnos unos homenajes culinarios dignos de la zona.
Al “enllena ahí, niño” se sucedían las poses para las fotos
con brindis y el disfrute de comentar los mejores momentos. Sin duda,
de lo mejor del viaje.
Los
amigos de Manolo (los Iñakis, Jon, Txavi, Carolina,…), con los que
estamos en deuda, nos volvieron a homenajear por todo lo alto. Un
verdadero lujo.
Conclusión
No
exageran los que dicen de la Behobia que es una de las mejores
carreras en que participar. Ahora estoy en condiciones de afirmarlo.
Adicionalmente,
la excelente compañía de los compañeros del Club y la acogida de
nuestros amigos donostiarras contribuyen a hacer de ésta una
experiencia inolvidable.
Por
eso, a nadie debe extrañarle que normalmente, quien la prueba, se
promete volver. Y yo, también me lo he prometido.