lunes, 10 de febrero de 2014

VI Carrera por montaña Calamorro

Se trata de la crónica de nuestro compañero Miguel Delgado sobre su experiencia en esta carrera. Además de él, participaron José García Naranjo, nuestra figura en montaña, primero en categoría Master, con 1:47:32, a pesar de confundirse de caminos debido al clima; y Maria Jesús Márquez, decimosegunda en categoría Veterana con 2:50:10. Los tres han demostrado carácter finalizando esta prueba en las circunstancias de lluvia, niebla y frío en que se desarrolló. 

 TRAIL CALAMORRO: Ciclogénesis Explosiva
por Miguel Delgado

   Cuando me inscribí al Trail Calamorro, lo hice con la única intención de continuar mi preparación para la Media Maratón de Málaga (soy corredor de asfalto, y ahora empiezo a entrenar en pista algunos días). El caso es que, como el que no quiere la cosa, sonaba el despertador a las 7:20 de la mañana del domingo. Por la ventana se escuchaba el zumbido del viento y la lluvia golpear fuerte. Entonces me dieron unas ganas enormes de seguir acostado, pero también sabía que suponía un reto enorme y que el día era ese.
   Desayuné como de costumbre, un café y un plátano, y me preparé un licuado de pomelo, miel, jengibre, polen y un poco de sal (es todo lo que necesito para salir hidratado a una prueba). Tenía mis duda de qué ropa ponerme, sobre todo porque daba igual lo que llevase, iba a acabar empapado. Me decidí por malla a la rodilla y medias compresoras en la parte baja, y una camiseta de manga corta y encima una manga larga más un cortaviento en la parte alta. Hasta última hora estuve dudando en llevar guantes, porque pensé que se me mojarían en seguida. También dudaba sobre qué llevar para tomar en la carrera. Normalmente llevo dátiles, pero no tenía, así que me llevé dos geles (uno se lo di a un compañero antes de la salida).
   El coche lo dejé aparcado la noche antes en la puerta del polideportivo, así que fui andando desde casa (vivo en el pueblo). Al llegar, la mayoría de los corredores estaba en la cafetería o dentro del poli para no mojarse más de la cuenta. Allí me reuní con los compis que íbamos a salir juntos. La carrera se retrasó algo, pero a eso de las 09:30 nos pusimos en la salida y nos caía agua a manta. Me puse al final del todo, porque mi único objetivo era acabar sin caerme, que no era poco como estaba el patio. Cuando salimos, apretaba mis guantes y caía agua a chorros, el cortavientos poco pudo hacer y ya se calaba hasta la segunda manga. Por fin la salida, y ya empezaban las cuestas. La gente iba que se las pelaba, pero yo seguía con mi planteamiento conservador. Sin apenas darme cuenta, ya llegamos a la zona de campo. Los que me precedían iban andando, pero el camino era muy estrecho y apenas podía adelantar. El campo estaba empantanado, mucho barro y piedras resbaladizas. En la primera bajada, un chico que iba delante corrió más de la cuenta y se torció el tobillo. Acudí a auxiliarlo y me dijo que no podía seguir, pero que tenía móvil y que él se encargaba de llamar. Después de algunas subidas y bajadas (las subidas siempre andando), llegamos a la zona del viaducto y la curva Arroyo Hondo. Aproveché al llegar al asfalto para apretar en la bajada y recuperar posiciones (unas 10-15 posiciones, creo). Luego la cuesta hacia arriba muy empinada para entrar por Rocas Blancas. Cuesta y más cuesta y la gente andando porque no daba para más. Así llegamos al primer avituallamiento (no paré). Yo seguí tirando y recuperé más posiciones. De nuevo, llegamos al campo. Cuesta para arriba con piedras sueltas y camino estrecho. Seguí recuperando posiciones, adelantando por la zona no transitable porque no había forma de hacerlo de otra manera. Subida y más subida entre barro, agua y piedras. A duras penas iba adelantando a los que podía. Un chico se sentó mareado en una piedra. Me acerqué y le ofrecí uno de mis geles y me dio las gracias. De esta forma, llegamos a la parte alta, conectando con la ruta 6. De ahí a la derecha por otro camino empinado y estrecho lleno de piedras y barro, que nos llevaba hasta el Telesférico, una de las partes más peligrosas del recorrido porque había que bajar por una escalera de piedra muy resbaladiza. Eso sí, podías ir agarrándote por la barandilla pero, por supuesto, todos en fila y sin poder adelantar. Así culminaba el primer puerto, que conectaba con un carril de cemento de bajaba, en el que de nuevo aproveché para apretar y ganar posiciones. Al final del carril, el segundo avituallamiento. Esta vez sí que paré a tomar un poco de Aquarius y dos trozos de plátano que ya nos daban hasta pelados (buena organización). Entramos en un carril de bajada estrecho y embarrado. En las bajadas fui muy frenado. Sinceramente, me daba miedo y no me sentía seguro con el barrizal, aunque algunos bajaban como verdaderas cabras. De nuevo conectamos con la ruta 6, que más o menos era recta. Volví a ganar posiciones, pero ya menos, porque el camino era demasiado estrecho. Al final de la ruta 6, conectábamos con otra ruta que subía hasta la antena. Eso ya no era una pendiente, era casi una escalada. Sobre el kilómetro 8, llegamos a los bancales; una zona casi vertical de arcilla y barro. Los organizadores pusieron cuerdas la noche antes en vista de lo difícil que se haría subirla (me alegré de llevar los guantes). Así que, cuerda en mano, iniciamos la escalada, embarrada a más no poder. Caídas unas tras otra, gente que se quedaba colgada de la cuerda, piedras que se desprendían y barro hasta las cejas. La gente subía literalmente a cuatro patas, intentando asegurar la pisada cogida a los árboles o a las ramas que asomaban (un amigo me dijo que el ganador subió esta zona dando saltos, ahí queda eso). Al llegar arriba, por fin ya solo quedaba bajar, o eso pensamos todos. La bajada de los bancales fue apoteósica. Todo resbalaba. Yo bajé despacio, agarrado a todos los árboles que encontraba en mi camino. Las piernas se iban para todos sitios, me costaba mantenerme en pie en algunos tramos.

                            

Tras este tramo, llegamos a una zona de bajada dura, pero transitable, ya no resbalaba. Yo seguí bajando con mucha precaución y me pasaron al menos diez corredores. Poco a poco fuimos llegando al final de la bajada. Los cuádriceps se resentían un montón, pero aún quedaban fuerzas. Sin darme cuenta, abandoné el campo por la parte trasera del cementerio. Desde ahí ya sólo quedaban unos 400 ms. hasta la meta, que encaré dándolo todo y recuperando aún cuatro o cinco puestos. 
   En definitiva, de todo se aprende en esta vida. Lo mío no es el  trail, no me gusta la sensación de no controlar mi pisada,  pero si corro algún otro la posición de salida es bastante determinante, ya que no es posible adelantar a tu antojo. Por lo demás, el orgullo de haber terminado y la curiosidad de saber cuántos damnificados y heridos se produjeron en el camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario