Se trata de la crónica de nuestro compañero Miguel Delgado sobre su experiencia en esta carrera. Además de él, participaron José García Naranjo, nuestra figura en montaña, primero en categoría Master, con 1:47:32, a pesar de confundirse de caminos debido al clima; y Maria Jesús Márquez, decimosegunda en categoría Veterana con 2:50:10. Los tres han demostrado carácter finalizando esta prueba en las circunstancias de lluvia, niebla y frío en que se desarrolló.
TRAIL CALAMORRO: Ciclogénesis Explosiva
por Miguel Delgado
Cuando me inscribí al
Trail Calamorro, lo hice con la única intención de continuar mi
preparación para la Media Maratón de Málaga (soy corredor de
asfalto, y ahora empiezo a entrenar en pista algunos días). El caso
es que, como el que no quiere la cosa, sonaba el despertador a las
7:20 de la mañana del domingo. Por la ventana se escuchaba el
zumbido del viento y la lluvia golpear fuerte. Entonces me dieron
unas ganas enormes de seguir acostado, pero también sabía que
suponía un reto enorme y que el día era ese.
Desayuné como de
costumbre, un café y un plátano, y me preparé un licuado de
pomelo, miel, jengibre, polen y un poco de sal (es todo lo que
necesito para salir hidratado a una prueba). Tenía mis duda de qué
ropa ponerme, sobre todo porque daba igual lo que llevase, iba a
acabar empapado. Me decidí por malla a la rodilla y medias
compresoras en la parte baja, y una camiseta de manga corta y encima
una manga larga más un cortaviento en la parte alta. Hasta última
hora estuve dudando en llevar guantes, porque pensé que se me
mojarían en seguida. También dudaba sobre qué llevar para tomar en la
carrera. Normalmente llevo dátiles, pero no tenía, así que me
llevé dos geles (uno se lo di a un compañero antes de la salida).
El coche lo dejé
aparcado la noche antes en la puerta del polideportivo, así que fui
andando desde casa (vivo en el pueblo). Al llegar, la mayoría de los
corredores estaba en la cafetería o dentro del poli para no
mojarse más de la cuenta. Allí me reuní con los compis que
íbamos a salir juntos. La carrera se retrasó algo, pero a eso de
las 09:30 nos pusimos en la salida y nos caía agua a manta. Me puse
al final del todo, porque mi único objetivo era acabar sin caerme,
que no era poco como estaba el patio. Cuando salimos, apretaba mis
guantes y caía agua a chorros, el cortavientos poco pudo hacer y ya se calaba hasta la segunda manga. Por fin la salida, y ya
empezaban las cuestas. La gente iba que se las pelaba, pero yo seguía
con mi planteamiento conservador. Sin apenas darme cuenta, ya
llegamos a la zona de campo. Los que me precedían iban andando, pero
el camino era muy estrecho y apenas podía adelantar. El campo estaba
empantanado, mucho barro y piedras resbaladizas. En la primera
bajada, un chico que iba delante corrió más de la cuenta y se
torció el tobillo. Acudí a auxiliarlo y me dijo que no podía
seguir, pero que tenía móvil y que él se encargaba de llamar. Después de algunas
subidas y bajadas (las subidas siempre andando), llegamos a la zona
del viaducto y la curva Arroyo Hondo. Aproveché al llegar al asfalto
para apretar en la bajada y recuperar posiciones (unas 10-15
posiciones, creo). Luego la cuesta hacia arriba muy empinada para
entrar por Rocas Blancas. Cuesta y más cuesta y la gente andando
porque no daba para más. Así llegamos al primer avituallamiento (no
paré). Yo seguí tirando y recuperé más posiciones. De nuevo,
llegamos al campo. Cuesta para arriba con piedras sueltas y camino
estrecho. Seguí recuperando posiciones, adelantando por la zona no
transitable porque no había forma de hacerlo de otra manera. Subida
y más subida entre barro, agua y piedras. A duras penas iba
adelantando a los que podía. Un chico se sentó mareado en una
piedra. Me acerqué y le ofrecí uno de mis geles y me dio las
gracias. De esta forma, llegamos a
la parte alta, conectando con la ruta 6. De ahí a la derecha por
otro camino empinado y estrecho lleno de piedras y barro, que nos
llevaba hasta el Telesférico, una de las partes más peligrosas del
recorrido porque había que bajar por una escalera de piedra muy
resbaladiza. Eso sí, podías ir agarrándote por la barandilla pero,
por supuesto, todos en fila y sin poder adelantar. Así
culminaba el primer puerto, que conectaba con un carril de cemento
de bajaba, en el que de nuevo aproveché para apretar y ganar
posiciones. Al final del carril, el segundo avituallamiento. Esta vez
sí que paré a tomar un poco de Aquarius y dos trozos de plátano que ya nos daban hasta pelados (buena organización). Entramos en un
carril de bajada estrecho y embarrado. En las bajadas fui muy
frenado. Sinceramente, me daba miedo y no me sentía seguro con el
barrizal, aunque algunos bajaban como verdaderas cabras. De nuevo
conectamos con la ruta 6, que más o menos era recta. Volví a ganar
posiciones, pero ya menos, porque el camino era demasiado estrecho.
Al final de la ruta 6, conectábamos con otra ruta que subía hasta
la antena. Eso ya no era una pendiente, era casi una escalada. Sobre
el kilómetro 8, llegamos a los bancales; una zona casi vertical de
arcilla y barro. Los organizadores pusieron cuerdas la noche antes en
vista de lo difícil que se haría subirla (me alegré de llevar los
guantes). Así que, cuerda en mano, iniciamos la escalada, embarrada a
más no poder. Caídas unas tras otra, gente que se quedaba colgada
de la cuerda, piedras que se desprendían y barro hasta las cejas. La
gente subía literalmente a cuatro patas, intentando asegurar la pisada
cogida a los árboles o a las ramas que asomaban (un amigo me dijo que
el ganador subió esta zona dando saltos, ahí queda eso). Al llegar
arriba, por fin ya solo quedaba bajar, o eso pensamos todos. La
bajada de los bancales fue apoteósica. Todo resbalaba. Yo bajé
despacio, agarrado a todos los árboles que encontraba en mi camino.
Las piernas se iban para todos sitios, me costaba mantenerme en pie
en algunos tramos.
Tras este tramo, llegamos
a una zona de bajada dura, pero transitable, ya no resbalaba. Yo
seguí bajando con mucha precaución y me pasaron al menos diez corredores. Poco a poco fuimos llegando al final de la bajada. Los
cuádriceps se resentían un montón, pero aún quedaban fuerzas. Sin
darme cuenta, abandoné el campo por la parte trasera del cementerio.
Desde ahí ya sólo quedaban unos 400 ms. hasta la meta, que encaré
dándolo todo y recuperando aún cuatro o cinco puestos.
En definitiva, de todo se aprende en
esta vida. Lo mío no es el trail, no me gusta la sensación de no
controlar mi pisada, pero si corro algún otro la posición de
salida es bastante determinante, ya que no es posible adelantar a tu
antojo. Por lo demás, el orgullo de haber terminado y la curiosidad
de saber cuántos damnificados y heridos se produjeron en el camino.
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