Con algo de retraso, nos disponemos a rematar la serie de crónicas relativas a la 49ª edición de la Behovia-San Sebastián. El caso es que hemos dejado transcurrir unos días para darles una oportunidad a los nuevos becarios, cuyos servicios habíamos concertado durante la expedición, pero en vistas de que no han sabido aprovecharla, seguiremos nosotros escribiendo tonterías. Bueno, pues lo habíamos dejado en que, terminada la carrera y convenientemente aseados, nos disponíamos a proseguir nuestra particular guerra gastronómica. Esta vez la batalla fue algo azarosa, porque, algo escarmentados del fracaso de la noche anterior, habíamos reservado un menú consistente y que ciertamente prometía, pero fuimos a topar por el camino con una fiesta anual de degustación de productos extremeños, organizada por el Centro Cultural de Extremadura en San Sebastián. En principio nos detuvimos por simple curiosidad, pero una vez empezamos a probar el vino, el queso, el chorizo, las migas, el morcón, el jamón (del muy bueno), etc., la traición se fue fraguando, de modo de la reserva quedó para el próximo año. Bien saben quienes nos conocen que la alevosía no cabe en los estatutos de nuestro club, pero no pudimos resistirnos, porque incluso había postres, como rosquillas, pestiños, etc. En definitiva, que realmente triunfamos, teniendo en cuenta que todo era, además, barato. A continuación, un café y algo de reposo para volver a las andadas por la noche.
A media tarde, largo paseo en grupo por las playas de La Concha y Ondarreta, hasta llegar al Peine de los Vientos, a sentir (en sentido literal, con todos los sentidos) la furia del Cantábrico, que apenas nos dejaba inmortalizar el momento en fotos. El largo paseo vino bien para despejarnos y abrir de nuevo el apetito para el siguiente periplo nocturno por las tascas del Casco Viejo. Probamos alguna nueva, de cuyo nombre no logro acordarme, pero como lo nuestro es el deporte, acabamos otra vez en el SPORT, nuestro auténtico lugar de promisión. Hubo incluso alguno tan devoto de ese lugar que propuso cambiar el logotipo del club por la imagen de alguno de sus exquisitos pintxos.
Al día siguiente, lunes, por la mañana, había que soltar las piernas, de modo que seis de los siete magníficos madrugamos para hacer una descarga de media hora. Fuimos de nuevo, esta vez trotando, hasta el Peine de los Vientos, disfrutando del paisaje incomparable de las playas y el mar de Donostia. Por cierto, que en el recorrido nos cruzamos con el famoso chef Martín Berasategui, que, amablemente, accedió a fotografiarse con nosotros. A la vuelta, hubo algunos valientes (Blas y Mario) que se atrevieron incluso a darse un baño en las frías aguas del Cantábrico, en tanto que otros, más prudentes, se limitaron a mojarse sólo hasta las nalgas. En fin, lo que literalmente se entiende como una auténtica gozada.
Para finalizar, última visita a medio día al consabido lugar de promisión y, como todo tiene su fin (que decía una vieja canción de Los Módulos), recogida de bártulos para volver a Málaga, aunque hubo un par de sportistas recalcitrantes que todavía apuraron una noche de pintxos más, para volver el martes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario