Finalmente, tras alguna deserción de penúltima hora, siete atletas de nuestro club nos hemos atrevido este año con esta mítica carrera, que alcanza ya su 49ª edición. Como saben quienes se mueven en este mundo del atletismo popular, se trata de una de las pruebas con más participación del calendario no sólo nacional, sino internacional (unos 28.000 corredores inscritos y más de 23.000 participantes reales en esta edición). Si tenemos en cuenta que el Maratón de Nueva York, quizá el de más fama en el mundo, ronda los 40.000 corredores, es realmente asombroso que una carrera que transcurre entre dos ciudades que suman poco más de 200.000 habitantes consiga tanta participación. Bueno, pues el caso es que entre tanto corredor hubo un pequeño grupo de los nuestros que partió de Málaga (en dos tandas) con toda la ilusión del mundo. Algunos ya tenían experiencia previa, especialmente nuestro buen amigo Manolo Marín, en tanto que otros íbamos un poco de pardillos. El primer grupo, que llegó el viernes, hizo de ariete, abriendo una brecha y arrasando desde el primer momento en las tascas del casco viejo easonense, especialmente en aquélla cuyo nombre les pareció más a propósito: el SPORT. En cualquier caso, a pesar de esa dura escaramuza inicial, tenemos constancia de que al día siguiente, sábado, a primera hora, ya estaban haciendo los primeros kilómetros de entrenamiento por La Concha. El resto de la expedición llegaba a Donostia a media tarde del sábado, dispuesto a recortar cuanto antes esa ventaja inicial (nos referimos a las cañas y pintxos de ventaja, no a los kilómetros), y, efectivamente, en pocas horas ya la había neutralizado. La disputa no fue a más porque al día siguiente había que competir, de modo que en bloque nos dispusimos a cumplir con la obligada ingesta de pasta. El lugar elegido fue LA RAVIOLINA, esta vez con menos acierto, pues tenía mejor fachada que servicio y comida (el que sí acertó fue Manolo Marín, quizá por aquello de la experiencia, que de pronto dio la espantada y se nos fue con sus colegas vascos). En cualquier caso, comimos como pudimos y nos recogimos pronto para estar en las mejores condiciones en la línea de salida. La noche, que se presumía plácida, se vio finalmente alterada por ciertos ruidos (procedentes del tren superior, no se alarmen), no todos provenientes del exterior, cuyo origen, tras arduo debate, está por determinar. En fin, entre esas incidencias y los nervios pasamos la noche medio desvelados, de modo que hubo quienes antes de las seis de la mañana estaban ya dispuestos para salir corriendo. (Continuará....).
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