martes, 30 de abril de 2013

I CARRERA URBANA DE ESTEPONA



Crónica de Óscar Guil
   La meteorología nos dio una tregua la mañana del domingo, al menos durante la carrera. La cita era en Estepona y la hora las 11 a.m. Allí nos presentamos diez valientes dispuestos a dejarnos la piel en otros tantos kilómetros. Estábamos en un territorio desconocido, pero pronto fuimos asimilando el ambiente de esta primera carrera urbana de Estepona. Para ser la primera, la realidad es que no estuvo nada mal. Salvando algún problema de organización y un recorrido algo sinuoso, el ambiente que se pudo vivir  fue inmejorable. El sol acompañó durante toda la prueba y el único pero fue el viento, presente en algunos tramos.
   Con unos minutos de retraso comenzó la prueba. Dieron el pistoletazo de salida para los corredores discapacitados y cuarenta segundos más tarde nos llegaría el turno a los demás. La salida empezaba en bajada, lo que suponía un esfuerzo extra a la llegada, situada en el mismo lugar. Por ese motivo, la carrera comenzó rápida, demasiado quizá. Los primeros volaban, entre ellos Luis Enrique y Rocío. Quienes íbamos pendientes del crono para no desfondarnos tuvimos que aflojar, al menos un servidor, muy novato aún en estas lides. 3:50 en el primer kilómetro es mucho ritmo  para mí, de modo que tuve que serenarme y bajarlo a 4:14. La carrera se podía dividir en dos tramos. El primero por el paseo marítimo: una gozada, a pesar del viento. El sol brillando y el mar a un lado. Una muy buena manera de correr. Todos íbamos pendientes del recorrido, muy llano al principio,  pero con sorpresas. Llegamos al puerto y la primera en la frente: una cuesta oculta tras un giro a la izquierda; más que una cuesta, un muro. Ahí es cuando uno aprieta los dientes y piensa: “¡joder, ¿esto de dónde sale?!. Luego más llaneo. Los corredores nos vamos recuperando en los escasos dos kilómetros y medio de tregua. Uno coge ritmo y disfruta de la carrera, aunque vaya sufriendo. Todo sigue perfecto hasta el kilómetro cuatro y medio, cuando un nuevo desnivel hace las delicias de todos. Como a mí no se me dan bien las cuestas, me costó. Las piernas respondían, no así los pulmones,  demandadores de oxígeno a granel. Llegados a este punto empiezas a ver, por el otro carril, a los primeros, quienes ya han completado la mitad del recorrido: Carretero, un guiri, Raúl y Luis Enrique. Me sale del alma darle ánimos a mi compañero de club y decir: “¡venga, Luis, que ya es todo llano!. Van pasando corredores y me voy fijando en sus caras. Es una técnica para olvidarme de mi propio sufrimiento. Van pasando compañeros: Manolo, Blas, Santi, Rocío y para cada uno hay palabras de ánimo. Van mucho más fuertes que yo. “¡Vamos!Llego a la mitad del camino.  “Ya es todo de vuelta”,  pienso, y aprieto el paso para compensar la última subida. Sigo a ritmo de 4:23 min/km. Me voy emocionando por momentos. No sólo es la primera vez, de manera oficial, en la que bajaré mi marca del diez mil por debajo de cincuenta minutos, sino que además me parece muy probable bajar de los cuarenta y cinco. Sonrisa en la cara. Vuelta por el paseo marítimo. Giramos por la primera rotonda. Superman animando a los corredores y callejeo. Aquí empiezan los problemas. El empedrado del suelo es un molesto enemigo del corredor. En el kilómetro siete mi pierna dice: “¿a dónde vas? y siento cómo recaigo del tirón. Mil cosas me pasan por la cabeza. ¿Abandonar?: ¡ni loco!. Prefiero estar tres meses sin correr a no terminar. Me masajeo como puedo el cuádriceps. Parece que aguanto. Llegamos a la plaza Ortiz, giramos y otra recta. Todo se intuye tranquilo hasta que llega un nuevo giro a la derecha y ¡sorpresa!: nuevo muro. Aprietas los dientes mientras las mujeres mayores animan desde las puertas de sus casas. Ya queda muy poco”,  piensas. Ahora es el momento de aplicar los conocimientos machacados en los entrenamientos con Román y los demás. Ampliando zancada, haciendo técnica de carrera. Apenas un kilómetro antes de la meta, el dolor regresa. Tiro de coraje. Apenas faltan cinco minutos, o menos, para llegar. Hay que aguantar. Enfilo la última cuesta de llegada a meta. Por delante tengo un grupo de unos quince corredores y decido empezar a cambiar el ritmo para llegar pronto. Miro el reloj y ya se me antoja imposible hacer los diez kilómetros en cuarenta y cinco minutos. El crono marca  45:07. Primer cambio de ritmo, supero a cuatro corredores. Primer tramo superado. Segundo cambio de ritmo, las pulsaciones en aumento. Cinco corredores menos. Quedan seis y apenas 150 metros. El corazón quiere salirse del pecho. No lo permito. Vuelvo a apretar los dientes, amplío zancada, cierro los puños, braceo. Uno, dos, tres y a falta de 30 metros para llegar supero a la última corredora de los quince que me precedían. Piso en la meta. Paro el crono en  47:17,  47:21 según la organización. Sonrisa en la cara. Gran triunfo. Busco a los compañeros. Rocío,  primera, ¡genial!. Todos los demás  en buenos tiempos. Manolo Marín,  tercero en su categoría. ¡Por fin subo al podio!, aunque sea para recogerle el trofeo. De repente me encuentro con Luis: "¿qué tal?”,  le pregunto; “cuarto”, me responde. “¿No me has dicho que ya era todo llano?”,  me recrimina, y terminamos riendo.


Resultados de los compañeros


1 comentario:

  1. Hola a tod@s!! Estupenda crónica!! No obstante, me gustaría resaltar algunos aspectos de la carrera:
    1)El tandém Manolo Marín-Blas Correal es arrasador. Tanto uno como otro han batido sus marcas en esta distancia.

    2) Me gustaría agradercele a José Antonio Fernandez Berrocal ir a mi vera durante los 6 primeros km, a menos de 4.30 el Km, un ritmo impensable para mi hace unos meses.

    3) Como siempre, eché en falta un stand donde te pusiesen una cervecita fresquita al terminar...

    4) Por último, y no menos importante, resaltar la sensación tan maravillosa de ir corriendo varios del club a la par, es una hermandad sin palabras...

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