Por Rocío Ortega
Buena forma de cerrar la temporada de
carreras, ni más ni menos que con el “X Campeonato de España de
Carrera de Montaña” celebrado este pasado domingo día 29 de Junio
en Cercedilla (Madrid).
Si bien la montaña ya llamaba mi
atención, no estaba entre mis planes el participar en una prueba así
por estas fechas en las que la mente ya está en “modo vacaciones”.
Pero bastó con una llamada en la que nos informaban que CAPOL
estaría ahí compitiendo por equipos, pues se disputaba tanto
campeonato individual como por clubes.
Era una locura pensé. Más bien una
temeridad estrenarme en la montaña en un nivel de campeonato de
España y más aún contando solo con tres semanas para prepararlo.
Lo más parecido hasta entonces había sido participar en la Vertic
Night de Los Montes de Málaga en Noviembre del 2013 donde, con caída
al canto, tuve ocasión de comprobar el riesgo que conllevan estas
carreras.
Pero enseguida el miedo a las caídas,
posibles lesiones, el respeto que me generaba la montaña y un
campeonato de España, se tornaron en motivación para afrontar un
nuevo reto.
A marcha forzada, previa charla con
Román, adapté un poco el entreno que estábamos llevando y subí en
tres ocasiones al Calamorro donde enseguida pensé “en qué embolao
me he metido...” cuando noté que al minuto dos de coger una cuesta
me faltaban piernas y pulmones, quedándome atónita al observar que
mi gps marcaba una media de 8:40 min/km, un ritmo de abuela pensé...
A tan solo un día de la competición
una compañera se lesiona y el equipo se quedaba cojo. Justamente era
la especialista en montaña y con esta baja las expectativas de
podium para las féminas se esfumaban.
Llegó el día de la competición,
dispuesta a sufrir y darlo todo, pero iba tranquila ya que me sentía
una novata. No conocía a mis rivales y tampoco me importaba pues mi
objetivo era hacer una carrera decente, no despeñarme y acabar con
buenas sensaciones y “más ganas de montaña”.
A las 11:00 horas salida desde el
centro del bonito pueblo de la sierra madrileña y empezaron las
subidas desde el primer metro, unos 600 m con tramo de asfalto, ya se
escuchaban los jadeos de las participantes. Entre el público un
grito de ¡pasitos cortos! al que hice caso. Estaba atenta con los
cinco sentidos, de todo quería aprender, me sentía principiante.
Los tres primeros km fueron de fuertes subidas, salí “reservona”
pero ni aún así pude evitar el bloqueo de piernas y llegaron las
inseguridades. Pensé que si los cinco restantes kilómetros que me quedaban
eran así no podría aguantarlos, que yo mejor vuelvo a mis carreras
de asfalto que me iban tan bien...
Pronto el circuito comenzó a resultar
mucho más atractivo adentrándonos en plena naturaleza, entre pinos,
piedras, senderos estrechos, multitud de giros, bajadas a la vez que
subidas, muy buena señalización y controladores de la organización
en diversos puntos que a la vez que marcaban el recorrido nos daban
ánimos. No quitaba ojo al suelo por temor a caerme pero con el rabillo no me quería perder el paraje donde me encontraba con impresionantes vistas de la capital. Sufría por el gran esfuerzo
pero a la vez disfrutaba como una enana de la carrera y del lugar.
Aprendí que al crono no hay que
hacerle demasiado caso y que hay tramos en los que andar resulta más
eficaz que seguir corriendo o arrastrándose. Ésto me costó
asimilarlo, pues para mi cabeza echar a andar en una carrera es como
una retirada y no lo admitía, hasta que observé como las rivales a
las que superaba en llano me pegaban una buena pasada en los ascensos
más pronunciados cuando por unos segundos paraban a tomar aliento.
Mis piernas se cargaban de forma
diferente que en el asfalto, la idea era apretar en los llanos pero
tanto desnivel hacía mella en mi cuerpo y llegué a sentir una
especie de bloqueo muscular de piernas que me impedía incrementar el
ritmo en las zonas previstas. Ésto, además de que el abrupto
terreno no estaba como para ritmos elevados, bien lo saben tres de
los cuatro integrantes del equipo masculino que sufrieron caídas,
llegándose uno de ellos a tener que retirar. Y el mismo circuito era
para hombres y mujeres, pero aquí la prudencia femenina sirvió para
mucho ¡jajaja!.
Entorno al 5º km empecé a disfrutar
plenamente de la carrera, los descensos con más calma me permitieron
reponer fuerzas y acelerar en otros puntos donde el terreno me lo
permitía y tenía la emoción de llevar a dos contrincantes próximas
dando lugar a un pique sano entre las tres.
En ningún momento sentí el temido
flato ni me caí. El público me advertía de que llegaba el último
km y era bajada en asfalto. Entonces me vine arriba, un subidón que
me permitió acabar la carrera en sprint, cruzando la meta emocionada
por lograr la hazaña en 21ª posición con un tiempo de 44:05 en los
8´500 m de carrera, donde existieron desniveles de hasta 500
metros.
Sabor agridulce al comprobar que por
tan solo doce segundos no nos llevamos el bronce por equipos. Nos
falto nuestra atleta de montaña para conseguirlo. Y a nivel individual estoy
satisfecha con mi participación, no está mal quedar a mitad de
tabla (21 de 43 chicas) para haber sido mi estreno y sobre todo por
la falta de planificación y preparación específica. Lo más
importante para mí han sido las ganas de volver a correr por
montaña, así que compañer@s os animo a aventurarse en la montaña
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