Algunos
compañeros del club, entre los que me cuento, procedemos del grupo
de la actividad PFE del
Poli.
Allí nos conocimos Salva, Elia, Paz, Mario, Cordero, Silvia y yo.
Pronto empezamos a llamarnos entre nosotros “romanos”, por
aquello de “están locos estos romanos” de Asterix y Obelix. Nos
tomábamos con entusiasmo y humor los entrenamientos, cada vez nos
apuntábamos a más carreras y cuanto mayor era el reto o más
divertido (disfraces varios) más nos motivábamos. Aunque la
actividad ya no existe y no coincidimos tanto, de alguna manera se
creó entre nosotros una hermandad: Los Romanos.
Todo
esto viene a cuento porque este domingo hemos reforzado y renovado
los votos de esta singular cofradía. Elia, Paz, Mario y yo hemos
participado en la Carrera del Calamorro. Hace tres o cuatro años
nuestro club colaboró con la organización de esta prueba y fuimos
voluntarios en los puestos de avituallamiento y como corredores
escoba (Blas y el Presi). A mí me tocó con Mario de pareja. Desde
entonces nos quedamos “pillados” con la carrera y nos propusimos
hacerla alguna vez. Y ahora ha llegado la ocasión. Este año han sido “solo 14 kilómetros”. Llamé a Mario, Paz y Elia y “compraron”.
Era un desafío propio de romanos locos: nunca lo habíamos hecho, no
estábamos preparados y sufriríamos a lo grande. ¡Qué mejor domingo
podíamos imaginar!
Lo primero que se nota en estas pruebas es lo distinta que es la “clientela”, más montañera y agreste que la de las carrera “finas” y no tan obsesionada por las marcas. Nosotros salimos juntos y a ritmo tranquilo los dos primeros kilómetros, que eran sobre asfalto (odiado en estas tribus) en su mayor parte. Yo, a pesar de estar lesionado desde Torremolinos, me crecí y me fui adelantando. Pronto se empieza a subir por la pista de los descensos en bici y se hace imposible correr; además, el camino es tan pequeño que vamos en caravana. Se sube el primer pico y se llanea por un estrecho sendero, bajando en picado hacia la urbanización por encima de la autovía. Esta es la gran subida; de ahí al Calamorro, subir, subir y subir. Arriba pienso que ya ha pasado lo peor, pero la bajada es trepidante sobre un suelo imposible y con una pierna fastidiada cada paso duele más. Los que había adelantado subiendo me pasan como rayos. Me digo ¿por qué no te has quedado en casa, como te aconsejaba medio mundo?. Pero volviendo al principio: soy un romano, como Elia , Paz y Mario. Los tres llegaron juntos a meta locos de contentos y con ganas de repetir. Yo les dije que nunca más, pero eso entre romanos significa “contad conmigo”.
Por Antonio Burgos Mancebo
Perfil de la carrera
Una de romanos, pero de los de infanteria o velites, que en las campañas de Hispania recorrian los montes y estepas peninsulares. Eso si, sin estres.
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